"La trata de personas abarca abusos como la explotación sexual y el trabajo forzoso. Las niñas y mujeres son el 99% de las víctimas de trata".
En el corazón de la lucha por los derechos humanos, la trata de personas emerge como una de las violaciones más atroces y persistentes en nuestra sociedad contemporánea. A pesar de los avances en políticas públicas y la creciente conciencia global sobre este flagelo, la explotación de mujeres y niñas sigue siendo una realidad dolorosamente vigente a nivel mundial.
En México, un país que se encuentra en el puesto 20 de 167 países en índices de esclavitud moderna, el comercio humano afecta no solo a individuos, sino a la estructura social en su conjunto y convierte al país en un destino para el turismo sexual ilegal y atroz.
La trata de personas, tal como la conocemos, es el resultado de una combinación perversa de factores: la pobreza, la desigualdad de género, la corrupción, y la demanda insaciable de explotación sexual y laboral. Las víctimas no son simplemente números; son seres humanos cuyas vidas son destruidas porque el sistema las considera mercancías.
En general, las mujeres y niños son captados con promesas de empleo, educación o una vida mejor, sólo para ser explotadas en condiciones inhumanas. Las niñas, en particular, son vulnerables a las redes de trata debido a su indefensión y a la falta de protección adecuada por parte del Estado. Se estima que en México, las niñas y mujeres constituyen el 71% de las víctimas de trata, una cifra que es a la vez desgarradora y alarmante.
La explotación sexual es una de las formas más comunes de trata, y en este contexto, la violencia no es solo física, sino también psicológica y emocional. Las víctimas son sometidas a una vida de abuso constante, en la que su identidad y dignidad son sistemáticamente destruidas. La manipulación y el miedo son las armas más poderosas utilizadas por los tratantes para mantener su control. Amenazas de violencia, tanto contra las propias víctimas como contra sus seres queridos, aseguran el silencio y la sumisión.
El impacto de la trata de personas va más allá de las víctimas directas; afecta a familias, comunidades y a la sociedad en general. Las niñas y mujeres que logran escapar o ser rescatadas deben enfrentar un largo camino hacia la recuperación, si es que tienen la fortuna de contar con una red de apoyo.. La realidad es que la mayoría nunca superará el trauma pues fue despojada de su propio cuerpo y de su voluntad.
Es urgente un enfoque integral que incluya tanto el rescate y la rehabilitación, como programas preventivos , educacionales y acciones que acaben con la impunidad. Constantemente las noticias reportan casos de tratantes que son puestos en libertad con distintas argucias legales.
Un ejemplo son las páginas en internet que ofrecen chicas de acompañamiento y tardan años en ser desmanteladas aún cuando comercian con menores y con mujeres a las que esclavizan mediante deudas por importarlas, como objetos, desde otros países.
La lucha contra este crimen debe ser incansable por parte del gobierno y de todos los sectores de la sociedad. Deben darse micrófonos a las voces de las sobrevivientes para alertar a posibles víctimas, para decirles que la pobreza es injusta, pero peor es la trata que destroza los sueños de la juventud. También para que los “clientes” monstruosos escuchen que una inmensa cantidad de mujeres eligió lo que creyó era una oportunidad, no la esclavitud llena de violencia y muerte, porque hay muertas a manos de feminicidas que pagan por tener a su disposición un cuerpo debilitado por el abuso.
La memoria y la conciencia colectiva son herramientas poderosas en esta lucha. Recordar a las víctimas, honrar sus historias y trabajar por un futuro donde ninguna niña o mujer tenga que sufrir este destino es un deber que todos compartimos. La trata de personas es una cicatriz en nuestra sociedad, una herida que solo sanará cuando decidamos enfrentarla con la seriedad y el compromiso que merece.
"La libertad requiere igualdad"
@susanademurga
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